viernes, 31 de enero de 2014

¿ No podemos o creemos que no podemos ?

Cuando me enteré, hace ya unos meses, que Sara Carbonero iba a empezar a escribir un blog a través de la revista Elle decidí que lo iba a leer, aunque sólo fuera el primer post por comprobar si mi idea cambiaba a no. He de reconocer que me caía mal, bastante mal y no sé porqué. Quizá porque la viera muy seria, porque no me gustaba mucho como lo hacía en televisión... Yo que sé. Era de estas cosas que no sabes dar razones pero lo sabes.

Así que le di una oportunidad y... Me encandiló. Me parece muy cercana, muy agradable, bastante simpática y lo que me parece casi lo más importante, una chica normal. Obviamente cuento con que al ser su blog tiene que ser cercana y ese tipo de cosas para atraer a que la gente la lea pero en muy poco tiempo creo que ha eclipsado al resto de famosas que escriben sus blogs en la misma revista porque simplemente hay que mirar el número de comentarios que Sara acumula en cada uno de sus posts.

Por supuesto que sigue teniendo detractores, y bastante gente se metió con ella por un post en concreto en el que habló de Mandela y seguidamente contó que había dedicado el fin de semana a pintar la habitación de su hijo. A mí no me parece mal porque no deja de ser un blog personal, que no está haciendo ninguna crónica para ningún medio. Pero bueno... me estoy yendo por las ramas y quería hablar de algo más concreto aunque relacionado con Sara.

Ayer en su post puso un cuento de Jorge Bucay, escritor del cual ya he hablado un par de veces en el blog, y me gusta mucho porque con cuentos sencillos y cercanos que dice grandes verdades que te hacen replantearte cosas. Así que con permiso de Sara... Aquí dejo el Cuento.

Que tengáis un buen fin de semana :)

EL ELEFANTE ENCADENADO, de Jorge Bucay:

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.
 
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
 
El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué́ no huye?
 
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
 
Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué́ lo encadenan?».
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
 
Hace algunos años, descubrí́ que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: el elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré́ los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió́, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
 
Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.
 
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió́ poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…
Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.
 
Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.
 
Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos: No puedo y nunca podré.  Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón…

No hay comentarios:

Publicar un comentario